Palabras de Joaquín Peña G.

Con el título "La pentafonía de Isaías", el escritor y profesor de la Universidad Central, Joaquín Peña Gutiérrez, en la pasada Feria Internacional del Libro, presentó la segunda edición de El universo de la creación narrativa, de Isaías Peña Gutiérrez. Este es el texto leído en la Sala María Mercedes Carranza:

Una maravilla extraordinaria, casi natural.
A finales de mayo de 1864, una noche, Jorge Isaacs leyó poemas en la Tertulia Bogotana. Causó admiración. Y más. Antes de un mes, en la imprenta de El Mosaico, se los publicaron. La nota prólogo de la considerada primera edición de las poesías de Isaacs está firmada por los contertulios de aquella noche: J. M. Quijano O., Rafael Samper, Teodoro Valenzuela, J. M. Vergara Vergara, Ricardo Becerra, Salvador Camacho Roldán, Manuel Pombo, J. M. Samper, J. Manuel Marroquín, Ezequiel Uricoechea, Ricardo Carrasquilla, Aníbal Galindo, Próspero Pereira Gamba y Diego Fallon. “Bogotá, junio 24 de 1864. Entusiasmados al fin, ofrecimos al inspirado joven las sinceras simpatías de nuestros corazones expresadas en fervorosos elogios. Dímosle cuanto podíamos darle; devolvémosle ahora impresas las poesías que entonces nos leyó manuscritas; (…)”
Un ciego puede ver la mina de aspectos que ofrece esta circunstancia acerca de la literatura colombiana y de la creación literaria en general.  Nos detenemos en el siguiente. ¿Cómo en el siglo XIX y aún en el XX y en la actualidad hay gente que aprende a escribir sola obras que algunos lectores o escuchas consideran de valor? Que se sepa Homero no hizo parte de ningún taller de creación. La Tertulia de Safo ni la academia habían existido todavía; aunque, váyase a saber, las hordas de aedas y rapsodas y la amistad y la emulación circulante entre ellos, ¿no constituía una de las más remotas formas de la creación literaria de manera no del todo solitaria?  Es posible. Sin embargo, la experiencia indica, parece indicar, que la creación literaria es un asunto de la persona, la soledad, el talento, la lectura, la imaginación. Nuestro ineludible Gabo en una entrevista de 1977, cuando habla de su formación literaria y después de indicar que estudió con todo el rigor la novela de esa forma malsana con que los escritores leen las novelas desde “el principio de la humanidad” hasta él, hasta un día antes que él, y respecto del Grupo de Barranquilla en dicha formación, dice:
Cuando me fui para la costa forzado por las circunstancias del 9 de abril, fue un descubrimiento total: que podía haber una correspondencia entre lo que estaba leyendo y lo que estaba viviendo y lo que había vivido siempre. Para mí, lo más importante del Grupo de Barranquilla es que yo tenía todos los libros. Porque allí estaban Alfonso Fuenmayor, Álvaro Cepeda, Germán Vargas, que eran unos lectores desaforados. Ellos tenían todos los libros. Nosotros nos emborrachábamos, nos emborrachábamos hasta el amanecer hablando de literatura, y esa noche estaban diez libros que yo no conocía, pero al día siguiente los tenía. Germán me llevaba dos, Alfonso tres... El viejo Ramón Vinyes... Lo más importante que hacía el viejo Ramón Vinyes era dejarnos meter en toda clase de aventuras, en materia de lectura; pero no nos dejaba soltar el ancla clásica que tenía el viejo. Nos decía : "Muy bien, ustedes podrán leer a Faulkner, los ingleses, los novelistas rusos, los franceses, pero siempre, siempre en relación con esto". Y no te dejaba soltarte de Homero, no te dejaba soltarte de los latinos. El viejo no nos dejaba desbocar.”
        Conclusión: de Homero hasta hoy, hay gente que aprende a escribir sola. Y escribe. Y lo hace bien. Y gana premios o no gana y sus obras y ella se constituyen en referentes y componentes de la cultura de las humanidad. De maravilla esta maravilla extraordinaria que parece tan natural. Tanto que la frase A escribir no se enseña todavía es muralla inamovible para algunos; muchos.

Tertulia. Taller. Creación literaria y academia.
Alguna vez, estoy seguro, sin malignidad, Isaías me preguntó qué hacíamos en el taller literario al que casi me da pena decir que todavía pertenezco. Se lo dije. Ah, tertulia. Eso es una tertulia, comentó. Después de conocer el taller de creación que él tenía en la Universidad Central, no quedaba opción a pataleo. Él tenía razón. Después de la lectura de las obras comentábamos, tratábamos de enderezar cosas, nos hacíamos al instrumental de los narradores o poetas. Punto de vista, personajes, idea-tema-argumento-historia, narrador, tiempos, imagen poética, metáfora, tropos, yo poético. Por supuesto en aquel taller había algo más que aprender lo posible. La amistad. Departíamos y la pasábamos bien. Y pasarla bien es muy importante en la vida.
        El taller de Isaías fue una continuación de los talleres de Eutiquio Leal en Colombia; y parte de una honda expansiva continental que se impuso como una alternativa a la creación literaria en la segunda mitad del siglo XX. El continente se movía. Cuba se movía. La gente se movía. Había mucho desarrapado de la fortuna –económica, cultural, literaria- que, sin embargo intuía, sospechaba que él también podía llegar; y se inventó un camino. La asociación. El colectivo. De pronto sí se puede enseñar y aprender a escribir. Los músicos, los pintores, los actores van a sitios a que les enseñen el arte. Al fin, lo peor que me puede suceder es que no sea un escritor, un creador pero podré escribir y seré alfabeto no sólo literario sino espiritual. Como que en efecto hay algo que no se puede enseñar. Pero sí el instrumental necesario para la creación literaria. (No se hable de técnicas.) ¿Suficiente para escribir obras memorables? No. Pero necesario. En el momento presente, si no se tiene la respuesta, al menos se tiene clara la pregunta: ¿en compañía o en la academia es posible acortar el tiempo de aprendizaje del equipaje necesario en el viaje de la escritura literaria? La gente sospecha que la respuesta es afirmativa. Y aquella gente, que no venía de una tradición cultural literaria, se reúne y estudia, se pasa materiales, los escribe, los comparte, los discute, los perfecciona. El país, Latinoamérica se llena de esos grupos que de manera independiente o cobijados bajo alguna institución creían en una nueva forma de llegar a ser escritores y actuaban en consecuencia. Esta perspectiva, como se sabe, ha crecido de tal forma, al menos entre nosotros, que hasta los promulgadores de aquella frase, No se ensaña a escribir, no sólo cuando las regalías se demoran o los concursos no se ganan a tiempo, pues son geniales, viven de enseñar a escribir.
        El taller de Isaías también se convirtió en onda. Ahora va por un pregrado, una especialización y una maestría en creación literaria. La experiencia de Isaías en la creación narrativa ahora se materializa en este libro del todo ejemplar hasta en sus titubeos y desaciertos. El universo de la creación narrativa. No es un manual de crítica, de historia ni teoría literarias. Es un texto para las personas que deseen escribir literatura narrativa. No se piense que reemplaza al papel y al lápiz o al ordenador en el acto de la escritura creativa, pero lo acompaña muy bien. Ni más ni menos que las obras Institutio Oratoria de Quintiliano y De Oratore de Cicerón acompañaban el proceso en la formación del orador en la Roma imperial en donde quién no quería expresarse y ser en el senado mediante el arte decisivo del discurso.
        Es preciso advertir que a quien desee encontrar en El universo de la creación narrativa un equivalente a esa cosa horrible de El ensayo en diez pasos, que no pierda plata ni esfuerzos. El libro de Isaías no contiene una sola fórmula. Contiene todos, o casi todos, los elementos que un escritor o aprendiz de escritor necesita en el proceso de la concepción, creación, escritura y la revisión de una obra literaria narrativa, cuento y novela.
        No tenemos ninguna duda. Este libro constituye, es una obra de creación, del todo necesaria en el avance, en el desarrollo de aquellas bondades también tan loables como las de la gente de El Mosaico con Isaacs y la poesía en 1864. Esa gente cumplió con diligencia y bondad, no sabemos si con grandeza, la historia que les tocó. Este libro bien puede ayudarnos a cumplir con grandeza la historia que nos corresponde a nosotros frente a los deberes nunca impuestos pero sí asumidos de la cultura.

(Casablanca 32, Bogotá. 3-III-2014).

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