Cuentos de Rubem Fonseca




En 2003, cuando en México, todavía, el premio se llamaba Juan Rulfo, se lo dieron al brasileño Rubem Fonseca. Era una manera de celebrarle sus 40 años de oficio –El gran arte, como el de matar, otra de sus grandes novelas-, iniciado con sus cuentos Los prisioneros. Después ha sido un lugar común hablar de sus bondades como narrador en el género negro –muy a lo brasileño, es decir, muy a su manera, a pesar de sus lecturas de Poe, Joyce o Chandler, incluso muy en contra de todo lo que se había hecho en Brasil, pero sí continuando la tradición de la irreverencia y la vanguardia de la Semana del Arte de 1922-. Y uno sólo quisiera que su maestría para invertir valores, que sus diálogos cinematográficos, que el aprovechamiento de la violencia social y la fusión de ésta con las vidas de pobres y ricos, se entendiera entre nosotros que tenemos tanta violencia negra, sórdida, capitalizada por culebreros, farsantes y cínicos. Es extraordinaria, además, la versatilidad de Fonseca para elaborar estructuras argumentales, formales o del lenguaje, con tal de no abandonar la literatura, sin alejarse de su sociedad tan rica como perversa. Lo vemos en estos dos libros de cuentos que Editorial Norma ha editado en versión de Elkin Obregón: Pequeñas criaturas, con 30 cuentos en 342 páginas, e Historias de amor, siete cuentos donde aparece el tan citado “Carpe diem”, que comeinza: “Ya los ricos no viven en Copacabana, pero aún hay algunos apartamentos lujosos en la avenida Atlántica, ocupados por emergentes, amigos de dar grandes fiestas las vísperas de año nuevo. Es en una de esas fiestas, en un penthouse, donde un hombre, cuyo nombre aún no sabemos, se encuentra con una mujer, también desconocida, el último día del año”. Puros cuentos de Rubem Fonseca (1925).

Comentarios

  1. Dos cosas:
    1) Tan lejos y tan cerca: Nos falta tanto por descubrir la literatura de nuestro enorme vecino, Brasil, que hasta hace poco Rubem Fonseca, consagrado narrador de marras, ha tenido gran divulgación editorial.
    2) Para nosotros, los colombianos, la traducción de Elkin Obregón es una maravilla, porque la jerga brasileña la traduce al colombiano, más que al español. siempre es bueno descansar de tanto tío, joder, pinga, me cago en la leche, etc., de las traducciones chapetonas.

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